martes, 25 de enero de 2011

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En principio, sólo eras uno más, uno que vendría y luego se iría, igual que todos. Uno que pasaría por mi vida, pero que tampoco dejaría una huella importante. Y mira hasta que punto me equivoqué. Quizás si lo hubiese sabido, si hubiese sabido el daño que me ibas a hacer, hubiera intentado evitarlo, hubiera frenado la situación a tiempo. Pero ya ves, cuando piensas que la vida es sólo alegría y color, cuando piensas que la parte de pasarlo mal a ti nunca te tocará, es cuando pasa, es cuando te das cuenta de cómo es la realidad, de que la vida es agridulce. Pero entonces ya es demasiado tarde, ya no puedes hacer nada para remediarlo, él ya ha dejado una huella imposible de borrar. 



domingo, 16 de enero de 2011

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Dicen que siendo tan joven, es imposible querer a una persona de verdad, pero los que lo dicen, no tienen ni idea de lo equivocados que están. Te fijas en una persona, que en principio es un simple capricho, y tus sentimientos hacia ella no son nada del otro mundo. Pero poco a poco, sin saber cómo, van creciendo sin que te des cuenta. Y entonces, ya es demasiado tarde. Porque esa persona esta ahí un tiempo, pero luego se va, y te sientes como si tu vida hubiese perdido casi todo su sentido. Sientes que podrías hacer un lago con todas las lágrimas que derramas por él, y es cuando realmente te das cuenta de lo que esa persona fue para ti. Hay momentos en los que le olvidas, pero siempre vuelve, vuelve para entristecerte en tus mejores momentos. Y aunque haya otros, en el fondo siempre está él, y los otros no son nada a su lado. Y pueden pasar semanas, meses, UN AÑO, y eso no cambia. Él se hizo un hueco en tu corazón ocupando prácticamente todo su espacio, y no sabes cuando saldra de ahí. Lo que más desearías sería volver un año atrás, cuando eras tan tremendamente feliz. Sólo esperas que su recuerdo se vaya pronto, que por fin le olvides totalmente, que aparezca otro que no te haga sufrir tanto. Pero en el fondo, no te imaginas una vida en la que él no sea el protagonista. 



jueves, 13 de enero de 2011

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Supongamos que a un niño le gusta mucho el helado de chocolate y todos los dias se come uno. Pero resulta que el helado se acaba y el niño se da cuenta de que ya no hay más y de que nunca más lo habrá. Podrá comprar helados de fresa, de vainilla, de nata, de avellana... Pero nunca más volverá a tener helado de chocolate y aunque intente olvidar su sabor y lo mucho que le gustaba, a menudo lo recuerda, y entonces se da cuenta de que los helados de fresa, de nata, de vainilla y de todos los demás sabores del mundo, en realidad le importan una mierda. Que él lo que quiere es el helado de chocolate, pero el helado de chocolate no volverá.
ÉL, no volverá.